martes, 22 de junio de 2010

1ª Parte "La decisión más importante"

La decisión más importante

1ª Parte


Introducción

Todo ser humano tiene que tomar constantemente decisiones. Desde el momento en que se levanta hasta que se acuesta, estará tomando decisiones. Muchas de ellas casi inconscientemente, otras por obligación, otras sin mucho conocimiento, otras con mucho gusto, pero serán decisiones al fin y al cabo. Incluso cuando decida no tomar una decisión, estará tomando una decisión.

Cuando el Señor Jesucristo comienza a terminar el sermón conocido como el sermón del monte, lo cierra haciendo un llamado a no quedar indiferentes, sino mas bien a tonar una decisión.

Dios siempre puso al hombre frente a la disyuntiva, nos va poner en encrucijadas, donde tendremos que tomar una decisión, ya sea vida o muerte, bien o el mal, obediencia o desobediencia, vida eterna o infierno.

Así lo hizo con Moisés cuando le dijo el Deuteronomio 30:19

“… os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;” Dios quiere que elijamos la vida. La vida eterna.

Luego en Josué 24:15 nuevamente vemos las dos opciones cuando Josué se dirige al pueblo:

“Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.

En Jeremías 21:8, dice el Señor al profeta: “Y a este pueblo dirás: Así ha dicho Jehová: He aquí pongo delante de vosotros camino de vida y camino de muerte.”

Dios siempre los confrontaba con la decisión decisiva. Vida o muerte.

Los dos Escenarios

Es así que nos encontramos frente a esta misma encrucijada cuando leemos las palabras que nuestro Señor Jesucristo nos dice en Mateo 7:13-14. Estos dos versículos son el momento crucial del sermón, porque nos llama a tomar una decisión. De aquí en adelante el Señor va concluir su sermón basado en esta decisión. Vida o muerte.

Leamos Mateo 7:13 al 14.

13 Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella;

14 porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.

Para la mayoría de los cristianos y también no cristianos, estos son dos versículos muy conocidos, y que incluso se usan como cliché en muchas ocasiones. Pero cuando uno se detiene y profundiza, se da cuenta de que son mucho más importantes de lo que parecen. Es aquí donde se tiene que tomar la decisión más importante.

Lo que Jesús hizo al instaurar su reino aquí en la tierra, como el Rey de reyes, fue explicar por medio de este sermón supremo, cuales son los principios del reino que él gobierna. Como es el reino, cuales son sus características, quienes participarán y como va a ser. Pero una vez que lo hubo hecho, culmina con estos dos versículos en los cuales nos llama a tomar una decisión.

Como lo leemos, Jesús no da muchas opciones. Él sólo da dos. Jesús nos presenta dos realidades entre las cuales debemos elegir al momento de decidir. Esto es, porque sólo hay dos escenarios frente a los cuales nos encontramos todos los seres humanos. Hay una puerta estrecha y una puerta ancha, un camino angosto y un camino espacioso. Eso es todo. Sólo dos alternativas para elegir.

¿A qué se refería Jesús con lo que dijo en esta enseñanza? Estos dos escenarios, la puerta estrecha y el camino angosto, versus la puerta ancha y el camino espaciosos, son los dos tipos de sistemas religiosos que hay en el mundo. Siempre han existido dos tipos de religiones. Sólo dos tipos.

Ud me dirá, Pastor, existen muchas religiones en el mundo, ¿cómo puede decir que sólo hay dos? Cierto. Existen cientos de religiones, y muchas se parecen entre sí. Por eso el Señor predicó este sermón y lo terminó con esta encrucijada, para mostrarnos que sólo hay dos religiones:

• La verdadera y la equivocada
• La divina y la humana,
• La fe de la gracia y la religión de obras,
¿Cuál es la diferencia?

Una habla de obras divinas, en la cual Dios hace todo, donde él elige y predestina, él salva redimiendo, él es quién nos justifica pagando por nuestros pecados en la cruz, él es quién nos regenera para vida eterna. En otras palabras, Él nos salva por gracia y misericordia.

La otra habla de obras humanas, donde el hombre hace cosas para apaciguara un dios tirano y exigente, donde se siguen ritos y costumbres para ganarse el derecho a entrar al cielo, o donde el hombre paga por sus pecados con obras de caridad, rezos y penitencias, siguiendo reglas y exigencias preestablecidas por hombres.

Esto es lo que el Señor se refiere cuando nos pone delante de estas dos opciones. Una es la correcta y la otra la equivocada. Tú tienes que elegir por cual te decides, pero tienes que decidirte. Recuerda que aunque no tomes una decisión, lo que en realidad estas haciendo es, decidir que no vas a decidir, lo cual al final es lo mismo que tomar la decisión equivocada.

El contraste que se puede aprender de lo que el Señor nos presenta en todo el sermón que leemos aquí, es un contraste entre dos tipos de formas de ser. La forma en que Dios nos indica que debemos ser, que para los que hemos nacido de nuevo es la correcta, y la otra, es la forma en que somos realmente los seres humanos cuando no seguimos a Jesucristo.

Por eso el Señor va dar una serie de ejemplos de lo que hacemos y que no debiéramos hacer, como por ejemplo, “…no os afanéis por el día de mañana.” ¿Qué está diciendo implícitamente? Que en el fondo, nos afanamos por el día de mañana. O cuando dice, “no juzguéis”, ¿Por qué dice esto? Porque juzgamos. O cuando dijo, “no juréis” y ¿qué es lo que hacemos todos? Juramos.

Así todo el sermón del monte es una enseñanza de lo correcto y lo equivocado, de lo verdadero y lo falso, del reino de los cielos y como deberán ser los que son seguidores de Jesucristo, los verdaderos cristianos, y el otro reino donde la ira de Dios será eterna.

Por eso hablamos aquí de religiones, ya que son formas de creer en Dios o en dioses u otros seres superiores u otras formas de adoración y de vida. Pero lo que el Señor está diciendo cuando llega al punto de estos dos escenarios, es que ambos apuntan al cielo.

Por lo tanto estamos hablando de dos religiones, una verdadera y la otra falsa.

La verdadera, que se basa en la justicia divina, el camino angosto, y la otra, la justicia humana, que se compone de todas las demás religiones, que Satanás ha inventado para acomodar a todo tipo de creencia, a todo tipo de formas de pensar, gustos y placeres. Esas son el camino espacioso. Satanás no nos va a indicar, “…éste es el camino al infierno”, eso no sería muy engañoso, y recuerde siempre que él es el padre de mentiras.

Todo ser humano tomará finalmente una decisión. Ya sea en su propia justicia, donde cree que es lo suficientemente bueno para llegar al cielo, donde por meritos propios y su auto-justificación espera poder entrar al cielo, o donde reconoces tu condición pecadora y decides arrepentirte y humillarte ante Dios, pidiéndole perdón por todos tus pecados y creyendo sólo en Jesucristo, el Señor y Salvador. En otras palabras, te apoyas sólo en la justicia divina.

Sólo existen dos tipos de sistemas religiosos en el mundo, y eso es todo. No hay más. El sistema de logros divinos, donde Dios lo hace todo y nada nosotros, y el sistema de logros humanos, donde los humanos participan en alguna manera. Una es la religión de la gracia, la otra de las obras, una de la fe, la otra de la carne, una verdadera, la otra falsa.

La religión que se basa en logros humanos, en que el hombre por sus méritos puede lograr acercarse a Dios, y conseguir así su entrada al cielo, es lo que caracteriza a todas las religiones, en las que participan la gran mayoría de los seres humanos, y que tienen una infinidad de nombres diferentes, pero todas son semejantes, ya que provienen de la misma fuente, Satanás mismo, que las envuelve en diferentes envoltorios decorados, pero que al fin de cuentas, todas el mismo producto.

Como dije antes, ambos caminos apuntan en la misma dirección, y es interesante ver que siempre son dos. Dos puertas diferentes, dos caminos diferentes, y dos cantidades de personas diferentes.

Ambos caminos apuntan a la salvación.
Ambos caminos apuntan a Dios.
Ambos caminos apuntan al reino.
Ambos caminos apuntan a la gloria.
Ambos caminos apuntan al cielo.
Ambos caminos no llegan allá.

Esto, porque uno es por logros y justicia humana, y el otro por logros y justicia divina.

El hombre por su ignorancia y orgullo, que es, como ya lo he mencionado anteriormente en otros sermones, la combinación fatal que arrastra al ser humano a hacer las cosas a su manera, según lo que a él le conviene y gusta, según su parecer o convicciones, y que él justifica porque se ha conformado con lo que él cree, no se quiere acercar a Dios, al verdadero Dios de la Biblia.

Eso leemos en Rom. 3:11: “No hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.” Nadie busca a Dios. ¿Y sabe Ud. por qué? Porque Dios es tan distinto a nosotros, que nadie se quiere encontrar con alguien tan justo, tan perfecto, tan integro, tan verdadero, tan sublime. Por eso Jesús dijo que el hombre prefiere las tinieblas que a la luz, para que no se vean sus pecados.

Esta es la razón por la cual el ser humano se ha forjado un dios que se ajusta a su persona, a su naturaleza humana; al cual puede usar y desechar cuando quiere, y que no le va a exigir mas de lo que a él le gusta dar. Un dios sin compromisos, sin importarle si es verdadero o falso.

Por eso cuando el Señor Jesucristo llega a este punto en el sermón del monte, él nos confronta con esta decisión tal como lo hizo con aquellos que lo escuchaban en ese momento. Hombres y mujeres iguales a nosotros, que habían creado su propio sistema religioso que se acomodaba a lo que a ellos les convenía.

Tal como entonces, hoy nadie quiere enfrentar su pecaminosidad, que por todos los medios queremos evitar reconocer. Para esto Dios envió los diez mandamientos, para que nos diésemos cuenta, cuan pecadores somos en realidad. Por eso Pablo dice en Rom. 3:20 “…ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.” Por eso los seres humanos han desechado la ley e inventaron sus propias leyes religiosas con las cuales pretenden llegar al cielo. Por logros humanos.

El Señor, por medio de todo lo que expuso en el sermón del monte, nos lleva al punto donde de veras debiéramos estar, que es justamente lo que dice al comienzo del sermón.

Pobres de espíritu, con sed y hambre de justicia, mansos y quebrantados y humillados. Porque sólo en esta condición, y ponga mucha atención, sólo en esta condición, somos realmente capaces de reconocer nuestros pecados y nuestra necesidad de la intervención divina. Eso es lo que el Señor pretendía cuando llega a este punto donde tenemos que decidir cual camino seguir. Por eso debemos abrir nuestro corazón y recibir esta enseñanza para entender a lo que nos enfrentamos al escuchar a Jesús, y así saber cual decisión tomar.

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