jueves, 5 de octubre de 2017

La Esclavitud Inconsciente


La  Esclavitud  Inconsciente
 

El Abusador 

Por Ernesto Säuberlich B. 

Lucas 4: 18 – 19 

“El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
a pregonar libertad a los cautivos,  y dar vista a los ciegos;
y poner en libertad a los oprimidos.
A predicar el año agradable del Señor”. 

  • sanar a los quebrantados de corazón.
  • Pregonar (anunciar) libertad a los cautivos.
  • dar vista a los ciegos.
  • poner en libertad a los oprimidos.
En estas afirmaciones que hace el Señor, se resume una serie de conflictos que afectan a los seres humanos,  por los que no pueden tener una vida plena.   Aquí podemos distinguir la problemática que invade nuestras vidas de tal manera que sufrimos en formas muy diversas de manera sicológica, física, espiritual y emocionalmente. 

La psicología ha tratado de identificar la problemática que afecta al hombre y ha llegado a una serie de teorías que nos han dado algo de luz respecto a lo que pasa en nuestra mente.  Sin embargo es sorprendente que 700 años antes de la venida de Jesucristo,  Dios por medio del profeta Isaías nos revela la profecía que vimos anteriormente sobre lo que venía a hacer el Señor aquí en la tierra.   Nunca se imaginaron los eruditos que el único que realmente puede resolver la problemática del hombre es Cristo.    Todavía la mayoría no quiere aceptar eso y siguen emitiendo enunciados tratando de resolver lo que pasa en nuestra mente (alma) y nuestro ser (corazón). 

Ayudado por lo que los sicólogos y siquiatras,  así como lo que los científicos han concluido,     y fundamentado en las Sagradas Escrituras,  presento una visión respecto a lo que nos afecta desde el interior y nos hace actuar en muchas instancias en forma condicionada,  sin que podamos hacer nada al respecto,  aunque deseemos hacer otra cosa.   Sin pretender que esto sea una teoría,  intento llevar a la reflexión de manera analógica para comprender la condición en que nos encontramos y como poder actuar frente a ella. 

¿Ha escuchado hablar de esclavitud?    Para ser un esclavo uno tiene que tener un amo.   Uno tiene que estar sometido,  ya sea por voluntad o contra su voluntad,   a algo o a alguien.  Esclavitud como nosotros lo entendemos,  es estar bajo autoridad de alguien.  Una persona.  Pero sin embargo existen muchos tipos de esclavitudes, que no necesariamente significa estar bajo un amo humano.   Por ejemplo las adicciones (no sólo a las drogas, tabaco o alcohol,  sino también al trabajo, juegos de azar, pornografía, etc.),  aflicciones corporales severas  (ser minusválido, ceguera, sordera, etc.),  fármaco dependiente (la necesidad de medicamentos para poder subsistir),  etc.    Estas “esclavitudes”,  son, ya sea por consecuencia de alguna circunstancia en nuestras vidas,  o por algo que heredamos genéticamente o tenemos de nacimiento. 

Pero la verdadera esclavitud,  de la que Jesús nos vino a librar,  es la que nace de dentro de nosotros.  Nace de nuestro corazón.  No del corazón físico, sino de lo más profundo de nuestro ser (de nuestra esencia). 

  • ¿Qué es lo que hay dentro de nosotros,    que nos tiene sometidos de tal manera,    que no podamos hacer nada para librarnos?  
  • ¿Por qué fue necesario que viniese Cristo para liberarnos de esto tan angustioso?  
  • ¿Qué es lo que ha afectado al hombre desde todos los tiempos y nadie ha podido resolver?
El Abusador.  Implacable, despiadado, desconsiderado, insensible, mentiroso, engañador, pervertido, en fin, la lista sería muy larga.  Si bien lo llamaremos Abusador,  no es un personaje real sino una condición de nuestra naturaleza humana;  en otras palabras en su esencia es el mal que está en nosotros,   y que se manifiesta por el pecado.   Para propósitos de identificación,  nos referiremos a esta condición pecaminosa de nuestra naturaleza humana,   como el Abusador.  Pablo en romanos 7,   lo denomina el mal que está en mi (Rom. 7:21),   y Santiago lo identifica como concupiscencia (lujuria, apetito deshonesto de placeres carnales)   y Juan en 1ª Jn. 2:15-17 se refiere a los deseos de los ojos,  los deseos de la carne y la vanagloria de la vida.   Estas tres formas de decir lo mismo,  las debemos analizar en profundidad,    para poder identificar la condición de nuestra naturaleza pecaminosa,   y por consecuencia entender lo que el Señor nos quiere decir con todos los mandamientos que nos dejó para que los cumpliésemos (guardar su palabra).

Este Abusador “vive” dentro de nosotros desde nuestro nacimiento sin que lo hayamos invitado y sin que lo podamos evitar.   Es algo que hemos heredado,  pero no en forma genética,  por eso es “alguien” que se puede erradicar o mas bien neutralizar,  no por nosotros mismos,  sino que sólo con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo.   Por eso Pablo al final de su extensa disertación de la lucha que él libraba (Rom. 7),  exclama: “…gracias doy a mi Dios por Jesucristo Señor nuestro”.

Este Abusador no es fácil de encerrar en algo definido,  ya que se manifiesta de muchas formas diferentes,  bajo muchas máscaras y actitudes.      El Abusador es tan poderoso,  que no es posible controlarlo.  Tiene tal capacidad,  que cuando nuestro Señor Jesucristo dijo “porque separados de mi nada podéis hacer” Jn. 15:5b,  justamente se refería a que, mientras no sometamos al Abusador (la condición de nuestra naturaleza humana),  no podremos hacer el bien como Dios lo enseña y demuestra en Cristo Jesús. 

El Abusador es mucho peor que Satanás,  ya que está dentro de nosotros,   y se encargó (por decirlo así),   de contaminar y seducir a nuestra alma.   Es cierto también,   que Satanás conoce muy bien al Abusador,   y es un aliado que el tiene dentro de nosotros,  para mantener a los inconversos deleitándose en el pecado,   y a los hijos de Dios,  hacerlos caer una y otra vez.  


Nuestra alma es lo que comúnmente llamamos nuestra mente y que está íntimamente ligada con nuestro corazón (nuestra esencia),   que se identifica con los sentidos y sentimientos.    Por eso cuando decimos que el Abusador nos tiene bajo esclavitud,   lo que estamos afirmando,   es lo que la palabra de Dios nos explica por los deseos de la carne y los deseos de los ojos,  o como lo dice en Gál. 5:19,  obras de la carne.

Al Abusador,  no le interesa nada de lo que es ética y moralmente correcto.     Sólo le interesa lo que a él le gusta,    y eso es,    satisfacerse a si mismo.   Por ende lo podemos calificar como el egoísta más depravado y perverso,   y esto es lo que eventualmente se va a reflejar en tu comportamiento,   tus dichos y/o tus pensamientos.    Tú eres el que al final,   dominado por el mal que mora en ti,    harás no como tu debieras hacer,  decir o pensar,   sino como te lo dicta este Abusador.

Este Abusador hará con nosotros,  desde nuestra infancia hasta el día en que, ya sea muramos,     físicamente o espiritualmente,    lo que él quiera.   Para ilustrar un poco esta condición en la que nacemos,  esclavos del Abusador,  es cosa de observar a un niño de dos años en adelante.  Elijo esa edad,  ya que es cuando se produce un quiebre en el entendimiento de un niño,  y es cuando el infante se da cuenta de que no todo lo que le rodea es él o parte de él.  Esa crisis, desata el dominio del Abusador.  Comienza la esclavitud.

El dominio del Abusador hace que el infante comience a mentir,  ser violento, robar, en otras palabras ser un egoísta por excelencia.   Cuando ya tenemos “juicio”,  algo que deja mucho que desear en todos nosotros,  por lo que debiéramos decir,  cuando alcanzamos una edad en la cual comenzamos a decidir (de los 14 en adelante),  es cuando el Abusador (EGO),  comienza su trabajo mas complejo en nosotros.   Da lo mismo si tú lo quieres hacer o no lo quieres hacer,  El Abusador te tiene bajo esclavitud y no tienes opción.  Tú obedecerás a su mandato de una u otra manera. 

  • ¿Cuantas veces hiciste algo que no querías,  e incluso te arrepentiste después de haberlo hecho? 
  • ¿Cuantas veces hiciste algo que nunca habías pensado,  pero te pilló desprevenido? 
  • ¿Cuantas veces hiciste algo que sabías que estaba mal,  pero que no te importó,   e incluso lo justificaste? 
  • ¿O cuantas veces hiciste algo que no tenías idea de que se trataba,  pero había que probarlo,  incluso poniendo en riesgo tu propia vida?
El infame Abusador,  quiere pasarlo bien.  Esta es su principal prioridad (valga la redundancia).   A pesar de que no le importan tus sentimientos,  tu intelecto, tu integridad física y emocional, tu raciocinio,  igual hace alianzas engañosas con ellos,  para conseguir lo que está buscando.  Por ejemplo,  te hace que satisfagas los deseos de tus sentidos (vista,  tacto,   gusto,  oído)    impulsándote a engolosinarte con todo lo que puedas encontrar a tu alrededor.  Para eso muchas veces te lleva a robar,  a engañar, a codiciar,  a malgastar dinero, a derrochar,   a usar tu fantasía,   y en algunos casos más extremos,  dañara otros  e incluso matar.

Por eso,   todo lo que está en el mundo y que no proviene del Padre como lo afirma en 1ªJn. 2:16,    te llevará eventualmente a buscar el placer,  pasarlo bien,  sentirte bien,   olvidarse de los malos ratos,   salir de la tristeza y sufrimiento.     “Mentira”.   Si bien por un momento escapaste de la situación angustiosa,     no guardaste la palabra del Señor,   que en otras palabras es no obedecerle,   y que por ende demuestra que no amas al Señor tu Dios.    Para peor,  por mucho que hagas todo por satisfacer tus deseos,   te sucederá tal como lo dice Stgo. 4:2

La conciencia (voz de nuestro espíritu)

 
El peor enemigo del Abusador,  es la conciencia.     Esta siempre lo está molestando,  ya que te habla a tu intelecto, raciocinio,  que es el que finalmente toma la decisión de actuar,  independientemente que muchas veces actuamos por mero impulso, espontáneamente.

Esta lucha aparentemente la pierde a veces el Abusador.  Por ejemplo cuando tú deseas algo,    pero decides no tenerlo.  Pero si análisis cuidadosamente,  si es algo sin importancia,  lo podrás rechazar,  ya que no está a tu alcance (viajar a la Luna, volar en un F-16, subir al Everest o tener un diamante de seis quilates).

Pero basta con que esté, aunque lejanamente,  dentro de tus posibilidades,  comenzarás a maquinar todo tipo de planes para conseguirlo.    Esto te llevará a estudiar las vías legales e ilegales,  con tal de conseguirlo.  A pesar de que tu conciencia te advirtió del peligro o innecesidad,  tu condición de esclavo no te deja otra opción que tratar de alcanzar lo que el Abusador quiere.  Como se dice en chileno,  se me puso entre ceja y ceja.  Esto se describe muy bien en Santiago 1:14-15,   cuando dice: “sino que cada uno es tentado,  cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido.      Entonces la concupiscencia,  después que ha concebido,  da a luz el pecado;  y el pecado,  siendo consumado,  da a luz la muerte.”

Es sorprendente esta tenacidad que de pronto aparece en nosotros.  Estamos dispuestos incluso a pasarlo mal por un tiempo,  con tal de conseguir la gratificación tan anhelada.    Piensen en artistas,  con tal de conseguir la fama,  son capaces de hacer cosas que otros no harían  ni muertos.

Lo mismo con deportistas,  soldados,  políticos,  empresarios, etc.   Invierten tremendos esfuerzos y tiempo,  para lograr algo que luego se esfuma,  solo para satisfacer el Ego,  el orgullo,  la vanidad (como está escrito en 1ªJn.,  la vanagloria de la vida).     Yo lo logré,  Yo lo soñé toda la vida.  Yo sabía que lo podía hacer.  YO, YO, YO.

De esta esclavitud nos vino a liberar Jesucristo,  Dios Todopoderoso.  Para esto era necesaria la Verdad,  porque ella es la que nos libera realmente “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Jn. 8:32.  Y la verdad es Jesús,  como él mismo lo dijo “Yo soy el camino, la verdad y la vida….” Jn. 14:6,  entonces es muy simple lo que tenemos que hacer,  para liberarnos de la esclavitud.

Si bien nosotros mismos no podemos por nuestros esfuerzos hacer nada por liberarnos,  Jesucristo nos ofrece esa posibilidad “Así que si el hijo os libertare,  seréis verdaderamente libres.” Jn. 8:36.  Por lo tanto,  debemos internalizar la verdad.

En otras palabras hacerle caso al Espíritu Santo,  que nos envió Jesús cuando nos arrepentimos de todo corazón y rendimos nuestra vida a su señorío.  Este hacer caso o escucharle,  ponerle atención concientemente,  sólo será posible si estamos muy bien entrenados.

Hay dos tipos de entrenamiento.  El entrenamiento del conocimiento intelectual, o del conocimiento práctico.  El último es el que nos es indicado en las Escrituras.

Poner la fe por obras.  La fe es lo que creemos, conocemos y seguimos,  y si no la ponemos por obra seguiremos siendo esclavos de la condición de nuestra naturaleza humana,  “el Abusador.”

Hasta aquí todo es fácil de entender,  pero es aquí donde nos enfrentamos a la verdadera lucha,  y esto no es fácil,  sino más bien dicho imposible.      Para esto es necesario morir al Yo,   crucificando tu YO,  como dice Pablo: Gál 2:20  Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí;   y también en Col 3:5  Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;

Meditar en la palabra de Dios de día y de noche.   Cuando hayas hecho esto repetidas veces,  entonces vuelve a hacerlas repetidas veces,  muchas veces más,  hasta que Dios te llame.    Y entonces ejercítate,  haz ejercicios espirituales.  “Ejercítense para la piedad”  como está escrito en 1ªTim 4:7.

Ejercicio,   significa que hay que hacer algo repetidas veces.    Al hacer ejercicios para fortalecerse en alguna especialidad o disciplina,   se tienen que practicar diferentes modalidades,   ya que sino seremos muy fuertes en un área y débiles en otras áreas;   lo que nos hará fracasar en el momento de ir a la batalla.   Si tu te vas a ejercitar para la piedad,   entonces será necesario que hagas caso a lo que el Señor Jesucristo dijo en medio de sus enseñanzas.   Esto es:

Leer la Palabra de Dios día tras día, tras día, tras día (permanecer en su palabra).  Orar todos los días en todo momento y en todo lugar con súplicas,  ruegos y acción de gracias.  Buscando primeramente el reino de Dios y su justicia;      negándonos a nosotros mismos,  tomando nuestra cruz cada día,   considerando las misericordias que Dios ha tenido con nosotros cada día,  presentando nuestros cuerpos en sacrificio vivo,  santo y agradable delante de Dios,   no olvidando nunca de cumplir la gran comisión integralmente como la enseñó nuestro Señor y Dios Jesucristo hombre,  que:  “Así como el Padre me envió a mi, así también yo os envío. Id y predicad el arrepentimiento y perdón de pecados, mi evangelio, a toda criatura, haciéndoles discípulos y bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, comenzando en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra”.   Una combinación de todos los versículos que dicen lo que el Señor dijo respecto a ir al mundo; Jn. 20:21; Lc. 24:47; Mc. 16:15; Mt. 28:18; Hch. 1:8

Y siempre considera las palabras que Dios le habló a Josué:

“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová ti Dios estará contigo donde quiera que vayas” Josué 1:9

“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.”  Josué 1:8

Todo lo demás,    vendrá por añadidura.   Créanle al Señor Jesucristo.   ÉL nunca se ha equivocado.

No hay comentarios: