La Esclavitud Inconsciente
El Abusador
Por Ernesto Säuberlich B.
Lucas
4: 18 – 19
“El
Espíritu del Señor está sobre mí,
por
cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
me
ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
a
pregonar libertad a los cautivos, y dar
vista a los ciegos;
y
poner en libertad a los oprimidos.
A
predicar el año agradable del Señor”.
- sanar a los quebrantados de corazón.
- Pregonar (anunciar) libertad a los cautivos.
- dar vista a los ciegos.
- poner en libertad a los oprimidos.
En
estas afirmaciones que hace el Señor, se resume una serie de conflictos que
afectan a los seres humanos, por los que
no pueden tener una vida plena. Aquí
podemos distinguir la problemática que invade nuestras vidas de tal manera que sufrimos
en formas muy diversas de manera sicológica, física, espiritual y
emocionalmente.
La
psicología ha tratado de identificar la problemática que afecta al hombre y ha
llegado a una serie de teorías que nos han dado algo de luz respecto a lo que
pasa en nuestra mente. Sin embargo es
sorprendente que 700 años antes de la venida de Jesucristo, Dios por medio del profeta Isaías nos revela
la profecía que vimos anteriormente sobre lo que venía a hacer el Señor aquí en
la tierra. Nunca se imaginaron los
eruditos que el único que realmente puede resolver la problemática del hombre
es Cristo. Todavía la mayoría no
quiere aceptar eso y siguen emitiendo enunciados tratando de resolver lo que
pasa en nuestra mente (alma) y nuestro ser (corazón).
Ayudado
por lo que los sicólogos y siquiatras,
así como lo que los científicos han concluido, y
fundamentado en las Sagradas Escrituras,
presento una visión respecto a lo que nos afecta desde el interior y nos
hace actuar en muchas instancias en forma condicionada, sin que podamos hacer nada al respecto, aunque deseemos hacer otra cosa. Sin pretender que esto sea una teoría, intento llevar a la reflexión de manera
analógica para comprender la condición en que nos encontramos y como poder
actuar frente a ella.
¿Ha
escuchado hablar de esclavitud? Para ser un esclavo uno tiene que tener un
amo. Uno tiene que estar sometido, ya sea por voluntad o contra su voluntad, a algo
o a alguien. Esclavitud como nosotros lo
entendemos, es estar bajo autoridad de
alguien. Una persona. Pero sin embargo existen muchos tipos de
esclavitudes, que no necesariamente significa estar bajo un amo humano. Por ejemplo las adicciones (no sólo a las
drogas, tabaco o alcohol, sino también
al trabajo, juegos de azar, pornografía, etc.),
aflicciones corporales severas
(ser minusválido, ceguera, sordera, etc.), fármaco dependiente (la necesidad de medicamentos
para poder subsistir), etc. Estas
“esclavitudes”, son, ya sea por consecuencia
de alguna circunstancia en nuestras vidas,
o por algo que heredamos genéticamente o tenemos de nacimiento.
Pero
la verdadera esclavitud, de la que Jesús
nos vino a librar, es la que nace de
dentro de nosotros. Nace de nuestro
corazón. No del corazón físico, sino de
lo más profundo de nuestro ser (de nuestra esencia).
- ¿Qué es lo que hay dentro de nosotros, que nos tiene sometidos de tal manera, que no podamos hacer nada para
librarnos?
- ¿Por qué fue necesario que viniese Cristo para
liberarnos de esto tan angustioso?
- ¿Qué es lo que ha afectado al hombre desde todos los tiempos y nadie ha podido resolver?
El
Abusador. Implacable, despiadado,
desconsiderado, insensible, mentiroso, engañador, pervertido, en fin, la lista
sería muy larga. Si bien lo llamaremos Abusador, no es un personaje real sino una condición de
nuestra naturaleza humana; en otras
palabras en su esencia es el mal que está en nosotros, y que se manifiesta por el pecado. Para propósitos de identificación, nos referiremos a esta condición pecaminosa
de nuestra naturaleza humana, como el Abusador. Pablo en romanos 7, lo denomina el mal que está en mi (Rom.
7:21),
y Santiago lo identifica como concupiscencia
(lujuria, apetito deshonesto de placeres carnales) y Juan en 1ª Jn. 2:15-17 se refiere a los
deseos de los ojos, los deseos de la
carne y la vanagloria de la vida. Estas
tres formas de decir lo mismo, las
debemos analizar en profundidad, para
poder identificar la condición de nuestra naturaleza pecaminosa, y por consecuencia entender lo que el Señor
nos quiere decir con todos los mandamientos que nos dejó para que los
cumpliésemos (guardar su palabra).
Este
Abusador “vive” dentro de nosotros desde nuestro nacimiento sin que lo hayamos
invitado y sin que lo podamos evitar.
Es algo que hemos heredado, pero
no en forma genética, por eso es “alguien”
que se puede erradicar o mas bien neutralizar,
no por nosotros mismos, sino que
sólo con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo.
Por eso Pablo al final de su extensa disertación de la lucha que él
libraba (Rom. 7), exclama: “…gracias doy
a mi Dios por Jesucristo Señor nuestro”.
Este
Abusador no es fácil de encerrar en algo definido, ya que se manifiesta de muchas formas
diferentes, bajo muchas máscaras y
actitudes. El Abusador es tan
poderoso, que no es posible
controlarlo. Tiene tal capacidad, que cuando nuestro Señor Jesucristo dijo
“porque separados de mi nada podéis hacer” Jn. 15:5b, justamente se refería a que, mientras no
sometamos al Abusador (la condición de nuestra naturaleza humana), no podremos hacer el bien como Dios lo enseña
y demuestra en Cristo Jesús.
El
Abusador es mucho peor que Satanás, ya
que está dentro de nosotros, y se
encargó (por decirlo así), de
contaminar y seducir a nuestra alma. Es
cierto también, que Satanás conoce muy
bien al Abusador, y es un aliado que el
tiene dentro de nosotros, para mantener
a los inconversos deleitándose en el pecado,
y a los hijos de Dios, hacerlos
caer una y otra vez.
Nuestra
alma es lo que comúnmente llamamos nuestra mente y que está íntimamente ligada
con nuestro corazón (nuestra esencia),
que se identifica con los sentidos y sentimientos. Por eso cuando decimos que el Abusador nos
tiene bajo esclavitud, lo que estamos
afirmando, es lo que la palabra de Dios
nos explica por los deseos de la carne y los deseos de los ojos, o como lo dice en Gál. 5:19, obras de la carne.
Al
Abusador, no le interesa nada de lo que
es ética y moralmente correcto. Sólo le interesa lo que a él le gusta, y eso es,
satisfacerse a si mismo. Por
ende lo podemos calificar como el egoísta más depravado y perverso, y esto es lo que eventualmente se va a
reflejar en tu comportamiento, tus
dichos y/o tus pensamientos. Tú eres
el que al final, dominado por el mal
que mora en ti, harás no como tu
debieras hacer, decir o pensar, sino como te lo dicta este Abusador.
Este
Abusador hará con nosotros, desde
nuestra infancia hasta el día en que, ya sea muramos, físicamente o espiritualmente, lo que él quiera. Para ilustrar un poco esta condición en la
que nacemos, esclavos del Abusador, es cosa de observar a un niño de dos años en
adelante. Elijo esa edad, ya que es cuando se produce un quiebre en el entendimiento
de un niño, y es cuando el infante se da
cuenta de que no todo lo que le rodea es él o parte de él. Esa crisis, desata el dominio del
Abusador. Comienza la esclavitud.
El
dominio del Abusador hace que el infante comience a mentir, ser violento, robar, en otras palabras ser un
egoísta por excelencia. Cuando ya
tenemos “juicio”, algo que deja mucho
que desear en todos nosotros, por lo que
debiéramos decir, cuando alcanzamos una
edad en la cual comenzamos a decidir (de los 14 en adelante), es cuando el Abusador (EGO), comienza su trabajo mas complejo en nosotros. Da lo mismo si tú lo quieres hacer o no lo
quieres hacer, El Abusador te tiene bajo
esclavitud y no tienes opción. Tú
obedecerás a su mandato de una u otra manera.
- ¿Cuantas veces hiciste algo que no querías, e incluso te arrepentiste después de
haberlo hecho?
- ¿Cuantas veces hiciste algo que nunca habías
pensado, pero te pilló
desprevenido?
- ¿Cuantas veces hiciste algo que sabías que
estaba mal, pero que no te importó, e incluso lo justificaste?
- ¿O cuantas veces hiciste algo que no tenías
idea de que se trataba, pero había
que probarlo, incluso poniendo en
riesgo tu propia vida?
Por
eso, todo lo que está en el mundo y que
no proviene del Padre como lo afirma en 1ªJn. 2:16, te llevará eventualmente a buscar el
placer, pasarlo bien, sentirte bien, olvidarse de los malos ratos, salir de la tristeza y sufrimiento. “Mentira”.
Si bien por un momento escapaste de la situación angustiosa, no
guardaste la palabra del Señor, que en otras palabras es no obedecerle, y que por ende demuestra que no amas al
Señor tu Dios. Para peor, por mucho que hagas todo por satisfacer tus
deseos, te sucederá tal como lo dice
Stgo. 4:2
La conciencia (voz de nuestro espíritu)
Esta lucha aparentemente la pierde a veces el Abusador. Por ejemplo cuando tú deseas algo, pero decides no tenerlo. Pero si análisis cuidadosamente, si es algo sin importancia, lo podrás rechazar, ya que no está a tu alcance (viajar a la Luna, volar en un F-16, subir al Everest o tener un diamante de seis quilates).
Pero
basta con que esté, aunque lejanamente,
dentro de tus posibilidades,
comenzarás a maquinar todo tipo de planes para conseguirlo. Esto
te llevará a estudiar las vías legales e ilegales, con tal de conseguirlo. A pesar de que tu conciencia te advirtió del
peligro o innecesidad, tu condición de
esclavo no te deja otra opción que tratar de alcanzar lo que el Abusador
quiere. Como se dice en chileno, se me puso entre ceja y ceja. Esto se describe muy bien en Santiago
1:14-15, cuando dice: “sino que cada
uno es tentado, cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido.
Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a
luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.”
Es
sorprendente esta tenacidad que de pronto aparece en nosotros. Estamos dispuestos incluso a pasarlo mal por
un tiempo, con tal de conseguir la
gratificación tan anhelada. Piensen en
artistas, con tal de conseguir la
fama, son capaces de hacer cosas que
otros no harían ni muertos.
Lo
mismo con deportistas, soldados, políticos,
empresarios, etc. Invierten
tremendos esfuerzos y tiempo, para
lograr algo que luego se esfuma, solo
para satisfacer el Ego, el orgullo, la vanidad (como está escrito en 1ªJn., la vanagloria de la vida). Yo
lo logré, Yo lo soñé toda la vida. Yo sabía que lo podía hacer. YO, YO, YO.
De
esta esclavitud nos vino a liberar Jesucristo,
Dios Todopoderoso. Para esto era necesaria
la Verdad, porque ella es la que nos
libera realmente “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Jn.
8:32. Y la verdad es Jesús, como él mismo lo dijo “Yo soy el camino, la
verdad y la vida….” Jn. 14:6, entonces
es muy simple lo que tenemos que hacer,
para liberarnos de la esclavitud.
Si
bien nosotros mismos no podemos por nuestros esfuerzos hacer nada por
liberarnos, Jesucristo nos ofrece esa
posibilidad “Así que si el hijo os libertare,
seréis verdaderamente libres.” Jn. 8:36.
Por lo tanto, debemos
internalizar la verdad.
En
otras palabras hacerle caso al Espíritu Santo, que nos envió Jesús cuando nos arrepentimos de
todo corazón y rendimos nuestra vida a su señorío. Este hacer caso o escucharle, ponerle atención concientemente, sólo será posible si estamos muy bien
entrenados.
Hay
dos tipos de entrenamiento. El
entrenamiento del conocimiento intelectual, o del conocimiento práctico. El último es el que nos es indicado en las Escrituras.
Poner
la fe por obras. La fe es lo que
creemos, conocemos y seguimos, y si no
la ponemos por obra seguiremos siendo esclavos de la condición de nuestra
naturaleza humana, “el Abusador.”
Hasta aquí todo es fácil de entender, pero es aquí donde nos enfrentamos a la
verdadera lucha, y esto no es fácil, sino más bien dicho imposible. Para
esto es necesario morir al Yo,
crucificando tu YO, como dice
Pablo: Gál 2:20 Con Cristo estoy
juntamente crucificado, y ya no vivo yo,
mas vive Cristo en mí; y también en Col
3:5 Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones
desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;
Meditar
en la palabra de Dios de día y de noche.
Cuando hayas hecho esto repetidas veces,
entonces vuelve a hacerlas repetidas veces, muchas veces más, hasta que Dios te llame. Y entonces ejercítate, haz ejercicios espirituales. “Ejercítense para la piedad” como está escrito en 1ªTim 4:7.
Ejercicio, significa que hay que hacer algo repetidas veces. Al hacer ejercicios para fortalecerse en alguna especialidad o disciplina, se tienen que practicar diferentes modalidades, ya que sino seremos muy fuertes en un área y débiles en otras áreas; lo que nos hará fracasar en el momento de ir a la batalla. Si tu te vas a ejercitar para la piedad, entonces será necesario que hagas caso a lo que el Señor Jesucristo dijo en medio de sus enseñanzas. Esto es:
Leer la Palabra de Dios día tras día, tras día, tras día (permanecer en su palabra). Orar todos los días en todo momento y en todo lugar con súplicas, ruegos y acción de gracias. Buscando primeramente el reino de Dios y su justicia; negándonos a nosotros mismos, tomando nuestra cruz cada día, considerando las misericordias que Dios ha tenido con nosotros cada día, presentando nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo y agradable delante de Dios, no olvidando nunca de cumplir la gran comisión integralmente como la enseñó nuestro Señor y Dios Jesucristo hombre, que: “Así como el Padre me envió a mi, así también yo os envío. Id y predicad el arrepentimiento y perdón de pecados, mi evangelio, a toda criatura, haciéndoles discípulos y bautizándoles en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, comenzando en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra”. Una combinación de todos los versículos que dicen lo que el Señor dijo respecto a ir al mundo; Jn. 20:21; Lc. 24:47; Mc. 16:15; Mt. 28:18; Hch. 1:8
Y
siempre considera las palabras que Dios le habló a Josué:
“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni
desmayes, porque Jehová ti Dios estará contigo donde quiera que vayas” Josué
1:9
“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de
día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que
en él está escrito; porque harás prosperar tu camino, y todo te saldrá
bien.” Josué 1:8
Todo
lo demás, vendrá por añadidura. Créanle al Señor Jesucristo. ÉL nunca se ha equivocado.
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